Memorias de la Uyantza 2015: cuatro días de gratitud, fraternidad y alegría
La comunidad kichwa amazónica de Sarayaku realiza cada dos años la Fiesta de la Uyantza en honor y agradecimiento a la pachamama, y durante sus cuatro días de duración, todas y todos los habitantes de este pueblo desempeñan un papel fundamental para realizar y perpetuar acciones y costumbres que se han heredado de generación en generación.
Ancestralmente, la Uyantza se realizaba cada año, pero con el nuevo plan de manejo de Sarayaku, mediante el cual se busca darle un tiempo prudente a la selva para que se reproduzcan las especies luego de la abundante caza y pesca, es una celebración bianual que posiblemente pase a ser trianual según sea la necesidad de la tierra. Los preparativos para la fiesta comienzan dos semanas antes de la fecha indicada, que en este caso fue el viernes 13 de febrero. Trece días antes los hombres salieron de cacería al monte y las mujeres se quedaron en la comunidad, cosechando las chacras, preparando la chica y tejiendo la cerámica que se utilizaría en la fiesta. Durante estas dos semanas los días pasan tranquilos y en silencio, aunque todos saben que esta calma pronto será reemplazada por un incesante tamboreo que traerá consigo la unidad y la alegría.
Ese viernes, día del Shaminkichu (ya vienes) llegaron los cazadores, divididos en cuatro grupos según el prioste al que ayudan, y las mujeres los esperaban contentas con pequeñas tinajas de la mejor chicha para darles la bienvenida. Ese día cada grupo avanza hasta la casa de su prioste donde dejan los animales que les ha dado la tierra para la cacería y al ritmo de los tambores y al sabor de la bebida típica, las carnes ahumadas y curadas se cuelgan alrededor de la casa, en techos y columnas de madera, como una muestra de la generosidad recibida y el éxito alcanzado. Ese día la fiesta consiste en eso y al atardecer, lentamente se apaga la música y los hombres finalmente descansan en sus casas después de tantos días de esfuerzo.
El sábado, día de Sisa Kamari (ramos y flores), la comunidad se levanta temprano para recolectar plantas de la naturaleza y llevarlas como ofrenda a la casa de los priostes. Las mujeres hacen ramos de flores y los hombres llevan grandes hojas de palma, y en casa recibe a cambio una generosa ración de chicha; al quien no bebe se le riega encima y a quien sí también, como para que haya justicia. Algunos regresan a sus casas para darse un buen baño y otros prefieren vivir el día bañados en chicha y jugando de fiesta en fiesta. Más adelante, hacia el mediodía, cada prioste con sus ayudantes llevan a la plaza principal las ofrendas que han recibido: las palmas se clavan en círculo alrededor del espacio y las flores se llevan a la iglesia para adornar a la virgen. Dentro de esta gran circunferencia los hombres tocan los tambores, los abuelos la flauta y las mujeres bailan incansablemente, meciendo de un lado a otro sus largos y brillantes cabellos, en medio de una atmósfera familiar, armonios y muy sólida, que refleja el orgullo que tiene el pueblo Sarayaku por su historia e identidad. Nuevamente la gente camina hacia sus casas cuando baja la luz del sol y allí se preparan para el siguiente día: el de la gran comilona.
El domingo, día de Kamari (gran comida), las mujeres ponen a cocinar las carnes en grandes ollas y a la par preparan yuca y plátano para complementar el banquete. Mientras está listo al almuerzo, que brindarán a toda la comunidad y a los visitantes, la virgen que ha sido adornada con flores es sacada de la iglesia a la plaza donde se realiza una corta procesión de algunas vueltas, acompañadas por las casi omnipresentes notas de los tambores. Nuevamente la regresan a su lugar, donde en esta ocasión se celebró un evento especial: el matrimonio de una joven pareja del pueblo. Nuevamente música, nuevamente bailes y esta vez, deliciosa y variada comida entre la cual había carne de mono, aves, peces, dantas, entro otros. Además, esta noche hay una última fiesta en la que la música y los movimientos son más interculturales, aunque se mantiene las tradiciones como la toma de chicha y el respeto. La fiesta está terminando y todos están contentos ya que los días han transcurrido con tranquilidad.
El lunes, día de cierre, hay dos actos principales con los que el pueblo de Sarayaku termina de agradecer a la tierra y a sus hermanos por la abundancia, la fortaleza y las bendiciones. Primero, cada prioste camina con sus ayudantes a la casa de sus compañeros, vistiendo todas las pieles y plumas de los animales que con éxito cazaron y con gusto y gratitud comieron. Luego, en ofrenda a la gran madre, estos vestigios de vida son devueltos al río para que sirvan de alimento a otros animales y puedan transformarse en nuevas vidas. Mientras lo hacen, hombres y mujeres de todas las edades se meten al río y terminan así la Uyantza, entregando lo recibido con desapego. Nuevamente en casa, las pequeñas tinajas que han sido tejidas para estas fechas son lanzadas a los techos con la esperanza de que alguna quede ahí intacta como buen augurio de que los siguientes años la pachamama los seguirá bendiciendo.
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